Sobre «El fantasma»
La canción tiene un tono claramente humorístico, pero responde también al interés que sentía Brassens por el tema de la muerte. Reproduzco tres anotaciones de su diario*, indicativas de su modo de pensar en la muerte:
-“Lunes 14 de octubre de 1963. Entierro de [Edith] Piaf. Desde hace mucho tiempo, nos ocultó que estaba muerta.”
-“Aparento pertenecer aún al reino de los vivos. Pero es solamente para justificar [la existencia de] mi cuerpo.
[…] Yo no soy más que un fantasma. Ante mis amigos disimulo (un poco) que estoy muerto. […] Si todavía no me he hecho enterrar es para no causar dolor a los amigos, ¡que también están muertos, pero no lo saben!”
-“Contrariamente a lo que se podría creer, la meditación sobre la muerte no es mi meditación preferida. Como la mayoría de los mortales, la idea de morir me entristece, pero no demasiado. Además, me imagino que, a cierta edad, uno se va, deja tranquilamente este mundo donde ya nada lo retiene. […] Los poetas que yo he leído hablaban mucho de la muerte. Las palabras están bien: […] ‘catafalco’, ‘más allá, ‘último suspiro’, ‘funerales’…”
* (G.B.: Journal et autres carnets inédits, Cherche-Midi Ed., 2014, edición digital, posiciones 684, 1239 y 3522, respectivamente)
En mi traducción, llamo la atención sobre una licencia propia de la poesía popular: el desplazamiento del acento hacia el pronombre enclítico en palabras esdrújulas, convirtiéndolas en agudas, como se tiende a hacer en el habla de la calle: «visteté» en lugar de «vístete». Vuelvo a usarlo en la estrofa 4 de «La princesa y el trovador»: «…¡buen Dios, protegenós!…»).
Entre los poetas de referencia, lo usó, por ejemplo, Antonio Machado en «Recuerdos de sueño, fiebre y duermevela» (Abel Martín, Cancionero apócrifo):
…
-¿Rezamos?
-No. Vamonós…
Si la madeja enredamos
con esta fiebre, ¡por Dios!,
ya nunca la devanamos.
… Sí, cuatro igual dos y dos.