La ruta de las cuatro canciones
Hice el camino hasta Dijon
por ver a aquella joven bella,
junto a la fuente, digue don,
llorando como Magdalena.
Pero había cambiado el son,
ella quería un ducatón
para su faltriquera,
y así olvidar la pena.
Me dijo: “Si quieres venir,
por unos cuartos, mon chéri,
te haré cosas tan buenas…
digue digue don dena.”
La bella se pone a llorar
si no hay monedas que contar.
La bella de aquella canción
era de mejor condición.
Yo crucé el puente de Avignon
para ver a las bellas damas
y a los señores, en redor,
bailando las antiguas danzas.
Pero habían cambiado el son,
burlándose del rigodón,
‘minuetes’ y pavanas,
tarantelas, sardanas…
Y me dijeron: “Hombre ruin,
lárgate ligero de aquí,
o daremos la alarma
a los perros y guardias!”
¿Qué leches se han creído, pues,
esas finolis tan yeyés?
Las damas de aquella canción
eran de mejor condición.
Walter Crane, Sur Le Pont D’Avignon
Me hice pasar por prisionero
en la prisión del viejo Nantes,
pues la mujer del carcelero
parece ser que es muy galante.
Pero había cambiado el son,
cuando le pregunté yo por
lo más interesante
en la ciudad de Nantes,
me respondió sin parpadear:
“se dice que te colgarán
cuando el día levante,
¡y yo voy a alegrarme!”
De guardas nunca hay que fiar
en Nantes o en cualquier lugar.
La guarda de aquella canción
era de mejor condición.
Y un día, para poner fin
a tan chocantes peripecias,
a mis penates me volví
para dormir junto a mi bella.
La prisión de Nantes en la actualidad
Pero había cambiado el son.
Con ella, bajo el edredón,
había una docena,
durmiendo con mi bella.
Me lo tomé con buen humor,
pero, en el fondo, el corazón,
sumido en la tristeza,
se moría de pena.
De mi jardín se echó a volar
la hermosa paloma torcaz…
A modo de consolación,
de todas, queda la canción.