La religiosa


1
Todos vuelven los ojos a su toca blanca;
si sucumbe el creyente al gesto seductor,
el pagano más firme, el ateo entusiasta
se declaran dispuestos a creer en Dios.
Los pobres monaguillos repican su campana…
2
Según dicen, debajo de su velo infausto,
que ella exhibe en la misa con tanta humildad,
esta pérfida sor esconde su peinado:
una cola, unos rizos…, ¡qué temeridad!
Los pobres monaguillos se muestran alterados…
3
Según dicen, debajo del humilde sayo
lleva medias de seda, ¡qué frivolidad!,
filigranas, puntillas, cintas y bordados,
donde pícaramente se oculta Satanás.
Los pobres monaguillos se confunden de lado….
4
Según dicen, de noche, ¡vaya cosa indecente!,
mientras sus compañeras reposan en paz
o desgranan sus padrenuestros píamente,
ella, frente al espejo, se empieza a desnudar.
Los pobres monaguillos temblando por la fiebre…
5
Según dicen también, sin pesadumbre alguna,
usa como perchero los brazos de la cruz,
y después, a su antojo, se mira desnuda
de perfil y de frente… y de espaldas, ¡Jesús!
Entre los monaguillos, el diablo se insinúa…
6
Luego, mirando al cielo, lanza este cumplido:
“¡Bravo, qué buen trabajo has hecho, Señor!”
Y con cierta malicia añade: “¡Qué prodigio!,
la turgencia lumbar ¡raya la perfección!”
Los pobres monaguillos aguantan el suplicio…

7
Dicen que a medianoche, ¡parece mentira!,
en extraña armonía se oyen a la par
el son angelical de almas que suspiran
y la voz de la sor gritando: “¡Venga!, ¡más!”
Los pobres monaguillos, desdichados, transpiran…
8
Al bendito mosén estos chismes le duelen
con razón, y se dice que el pobre zagal
que diadema de espinas ya luce en la frente
no precisa que, encima, lo coronen más.
Los pobres monaguillos con la cabeza asienten…
9
Todos estos decires no son más que mentiras,
nimiedades, calumnias, chismes de Luzbel.
Ningún rizo le tapa la toca bendita,
ni la cola ondulante tras ella encontraréis.
Los pobres monaguillos ponen una carita….
10
No se deja tentar su corazón estricto,
no hay adornos dudosos bajo el tosco sayal,
ni los cuernos veréis en la frente de Cristo
(el dichoso, en su cruz, puede dormir en paz).
Y, tristes, se masturban los pobres monaguillos…

Clovis Trouille, La none rouge

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