¡Qué granuja soy!
Yace aquí, en mi corazón,
un cuento de ayer,
un recuerdo, una emoción
de una que yo amé…
Afila el Tiempo la hoz,
cosecha su mies,
pero aquel hermoso amor
no lo olvidaré…
1
Perdí un día la cabeza
al ver a Margot,
una diosa en esparteñas,
reina del candor…
Si las flores de los campos
pudieran andar,
con Margot, no hay que dudarlo,
nos harían soñar…
“¡Te pareces a la Virgen!”
le dije al pasar.
Si el buen Dios me lo permite,
era la verdad…
¡Qué me importa a mí si Dios
lo permite o no!,
mi alma ya está sentenciada,
¡qué granuja soy!
2
La monada iba al rosario
con gran devoción,
y yo le mordí los labios
por ver el sabor…
Me riñó muy enfadada:
“¿qué me haces ahí?”,
pero en tanto se dejaba,
la chica es así…
Yo le dije: “¡Por la Virgen,
siempre te querré!”
Si el buen Dios me lo permite,
cada uno a lo de él…
¡Qué me importa a mí si Dios
lo permite o no!,
mi alma ya está sentenciada,
¡qué granuja soy!
3
Era de lo más juiciosa,
pero yo, atrevido,
rebuscaba entre su ropa
el fruto prohibido…
Me riñó muy enfadada:
“¿qué me haces ahí?”,
pero en tanto se dejaba,
la chica es así…
Luego le rasgué el vestido,
mas fue sin maldad…
Que el buen Dios sea comprensivo,
¡no aguantaba más!
¡Qué me importa a mí si Dios
lo comprende o no!,
mi alma ya está sentenciada,
¡qué granuja soy!
4
Perdí un día la cabeza
desde que Margot
se casó, un poco a la fuerza,
con un santurrón…
Ya debe tener al menos,
a día de hoy,